Altos ideales
- Akashicos.org
- 2 feb 2021
- 2 Min. de lectura

Es difícil ser un guerrero cuando la cultura quiere que seamos débiles. Es difícil ser un amante cuando la cultura quiere que odiemos. Es difícil ser un mago, cuando la cultura quiere que seamos estúpidos. Es difícil ser soberanos en nosotros mismos, cuando la cultura quiere que seamos peones. Pero debemos sostener e integrar estos altos ideales, si queremos co-crear conscientemente el mundo, en lugar de ser empujados y moldeados por su condicionamiento kármico. Si vamos a crearnos a nosotros mismos, en lugar de simplemente vivir los dictados de nuestro karma individual. Y, aunque nuestra cultura lo ha torcido, el gran secreto paradójico del soberano, que energiza y dirige al amante, guerrero y mago, es que el soberano no está realmente a cargo, viviendo para gobernar según sus propios dictados, ni dominando e imponiendo su propia fuerza en el mundo. Incluso el rey y la reina arquetípicos, si quieren vivir en armonía y servicio, siguen el flujo de una fuerza más grande que ellos mismos, rindiéndose a la guía de una voluntad superior, convirtiendo sus vidas en recipientes para la transformación del Yo transpersonal. El guerrero en su plenitud lucha y persevera por una meta transpersonal. El amante en su plenitud lo nutre todo, y no solo lo que le produce placer. El mago en su plenitud estudia y habita en el espacio sagrado, para canalizar conocimiento y transformación para el colectivo.
Estos arquetipos, cuando se canalizan con fines egoístas, solo traen consigo la destrucción final. Pero, cuando se conectan al eje vertical de la fuerza divina y se dirigen hacia el servicio, generan un mundo de armonía dinámica. Y esta es nuestra tarea, si la armonía es lo que deseamos encontrar estas nobles cualidades dentro de nosotros mismos debemos entregarlas a lo Divino. Ver nuestras sombras personales y colectivas, que nos revelarán que la cultura que nos empuja no es otra cosa que nosotros mismos en nuestro sueño, teniendo una pesadilla, volteados contra nosotros mismos, contra la armonía.
Veremos que nuestro karma se desarrolla automáticamente cuando elegimos la pasividad y la impotencia. La inercia entrópica de los eventos mundiales y nuestro karma personal se revertirán cuando nos volvamos a despertar continuamente a la ilusión de nuestro yo separado, rindiéndonos a una fuerza mayor y permitiendo que se mueva a través de nosotros activamente. Quizás veamos reyes y reinas en nosotros mismos y, si los encarnamos en su plenitud, también deseamos la soberanía de todos los demás. Quizás veamos guerreros en nosotros mismos y, si los encarnamos en su plenitud, emprendemos la lucha cooperativamente, por una causa común. Tal vez veamos magos en nosotros mismos y, si los encarnamos en su plenitud, aprovechamos la santidad en la que todos podemos morar. Quizás veamos amantes en nosotros mismos y, si los encarnamos en su plenitud, deseamos que todos sean cuidados y encuentren placer en la vida, sin discriminación. Entonces puede ser difícil, pero la parte más difícil es rendirse activamente a la Divinidad y vivir para ella más que para nosotros mismos. Ese es el gran secreto paradójico.