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Luz y oscuridad

Actualizado: 11 nov 2021


Si no fuera por el agua, el fuego quemaría el mundo. Si no fuera por el fuego, el agua ahogaría al mundo. El mundo es cielo y tierra. Sin la tierra , el cielo está fuera de este mundo y más allá del alcance de la conciencia, porque el espíritu es volátil hasta el infinito y nunca alcanzable. Sin cielo la tierra es frio y oscuridad desolada que le faltaría luz y vida. Así el hombre tiene los pies firmemente asentados en la tierra, y su cabeza se eleva hacia los cielos. Un globo no atado a la tierra se aleja flotando sólo a estallar en el olvido. Hay una tierra y hay un cielo por una razón. Tenemos un cuerpo y tenemos alma. La belleza es del alquimista, la belleza y la comprensión del amor entre Materia y Espíritu que produce Vida, Luz y Amor. El espíritu y la materia siempre serán, y la conciencia siempre existirá, funcionará, y evolucionar en el matrimonio de estos dos aspectos más misteriosos del Ser, la Luz y Oscuridad. Una joya en la realidad es la oscuridad en sí misma. Su belleza nunca se ve sin la mismísima luz que brilla a través de ella. Sin embargo, la luz no se percibe en su gloriosa belleza hasta que se ve en la oscuridad. Así la joya revela la luz como la luz saca la belleza de la oscuridad. Steve Kalec


En la civilización occidental y la vida interior del individuo, con toda su riqueza, se ve relegada a un papel menor en la existencia. El hombre está tan absorto en las fatigas de la vida mecánica que no tiene tiempo para detenerse, ni el poder de atención necesario para dirigir su visión mental hacia sí mismo. El hombre pasa así sus días absorto en circunstancias externas. La gran máquina que lo arrastra gira sin detenerse y le prohíbe detenerse ya que puede ser aplastado. Hoy como ayer y mañana como hoy, se agota rápidamente en la carrera frenética, impulsado en una dirección que al final no lleva a ninguna parte. La vida pasa de él casi sin ser vista, veloz como un rayo de luz, y el hombre cae envuelto y aún ausente de sí mismo. Cuando le pedimos a alguien que vive bajo esta presión constante de la vida contemporánea que dirija su visión mental hacia sí mismo, generalmente responde que no le queda tiempo suficiente para emprender tales prácticas. Si insistimos y él acepta, en la mayoría de los casos dirá que no ve nada: Niebla; Oscuridad. En casos menos comunes, el observador informa que percibe algo que no puede definir porque cambia todo el tiempo. Esta última observación es correcta. De hecho, todo cambia continuamente dentro de nosotros. Un pequeño choque externo, agradable o desagradable, feliz o infeliz, es suficiente para dar a nuestro contenido interno una apariencia completamente diferente. Si seguimos esta observación interior, esta introspección, sin prejuicios, pronto constataremos, no sin sorpresa, que nuestro yo, del que estamos tan constantemente orgullosos, no es siempre el mismo yo: el yo cambia. A medida que esta impresión se vuelve más definida, comenzamos a ser más conscientes de que no es un solo hombre el que vive dentro de nosotros, sino varios, cada uno con sus propios gustos, sus propias aspiraciones y cada uno tratando de alcanzar sus propios fines. De repente descubrimos dentro de nosotros existe todo un mundo lleno de vida y colores que hasta ahora habíamos ignorado casi por completo. Si seguimos adelante con esta experiencia, pronto seremos capaces de distinguir tres corrientes dentro de esa vida en perpetuo movimiento: la de la vida vegetativa de los instintos, por así decirlo; el de la vida animal de los sentimientos; y, por último, la de la vida humana en el sentido propio del término, caracterizada por el pensamiento y el habla.


Es casi como si hubiera tres hombres dentro de nosotros, todos enredados juntos de una manera extraordinaria. Así llegamos a apreciar el valor de la introspección como un método de trabajo práctico que nos permite conocernos y adentrarnos en nosotros mismos. A medida que progresamos gradualmente, nos volvemos más conscientes de la situación real en la que nos encontramos. La vida real permanece oculta al ser humano debido a los constantes cambios que ocurren en su vida interior. Aun así, esta situación insensata y peligrosa puede modificarse de manera beneficiosa. Pero esto requiere trabajo; esfuerzo concienzudo y sostenido. La introspección llevada a cabo sin descanso, da como resultado una mayor sensibilidad interna. Esta sensibilidad mejorada, a su vez, intensifica la amplitud y frecuencia del movimiento. Como resultado, los choques que antes no se notaron ahora provocarán reacciones vívidas. Estos movimientos, debido a su continua amplificación, pueden crear una fricción entre las partículas tan intensa que algún día podamos sentir que el fuego interior se enciende dentro de nosotros.


Este fuego no debe seguir siendo un brote inofensivo. Tampoco basta con que el fuego arda latente bajo las cenizas. Un fuego vivo y ardiente, una vez encendido, debe mantenerse cuidadosamente encendido por la voluntad de refinar y cultivar la sensibilidad. Si continúa de esta manera, nuestro estado puede cambiar: el calor de la llama iniciará un proceso de fusión dentro de nosotros. Entonces, nuevos choques ya no provocarán un cambio interior en el hombre como lo hacían anteriormente. Llegado a este punto habrá adquirido firmeza; permanecerá él mismo en medio de las tempestades a las que la vida puede exponerlo. Esta es la perspectiva ante quienes estudian la ciencia esotérica. Pero para alcanzar el estado que ya se ha descrito, debemos desde el principio deshacernos de toda ilusión sobre nosotros mismos, por muy querida que sea; una ilusión de este tipo, si se tolera al principio, crecerá en el camino, por lo que será necesario el sufrimiento y esfuerzo adicional para librarnos de ella en una fecha posterior. Mientras el hombre no haya alcanzado el punto de fusión, su vida será en efecto una existencia ficticia, ya que él mismo cambiará de un momento a otro. Dado que estos cambios ocurrirán como resultado de choques externos que casi nunca puede prever, también le será imposible para predecir de antemano la forma exacta en que cambiará internamente.


Por lo tanto, vivirá sujeto a los eventos a medida que ocurren, siempre preocupado por "remendar" constantemente. De hecho, progresará hacia lo desconocido, a merced del azar. Este estado de cosas, llamado en la Tradición Ley del Azar o Ley del Accidente, es la ley principal bajo cuya autoridad conduce su existencia ilusoria.La ciencia esotérica indica las posibilidades y los medios para liberarse de esta ley [y la "Ley General", es decir, la matriz hiperdimensional]. Nos ayuda a comenzar una vida nueva y con un propósito;primero para volvernos lógicos con nosotros mismos, y finalmente, para convertirnos en nuestro propio maestro.Pero para comenzar con eficacia de esta manera, primero hay que ver claramente la situación tal como es.


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