Como resultado de la ingeniería social utilizada para deificar el materialismo excesivo como antídoto contra la pobreza, el consumismo se convierte en la religión mundial, que capitaliza la inseguridad y la supervivencia de las personas en el mundo.
Los valores materialistas que alimentan las culturas de consumo glorifican y engendran personalidades narcisistas que tienen poca o ninguna empatía. Las personas que son materialistas tienden a equiparar su valor y estima en su riqueza, estado y posesiones acumuladas, el materialismo se usa para mantener el poder y el valor percibido. Las personas que son materialistas tienden a tener comportamientos altamente ambiciosos, competitivos, arrogantes y agresivos y están profundamente preocupados con los asuntos de adecuación personal. Por lo tanto, se verán comprometidos y tendrán un comportamiento de acumulación de la riqueza y las posesiones que desean, a fin de sentirse más poderosos. Una persona adicta es una persona de mente débil que se posee con facilidad, por lo tanto, es manipulado fácilmente por los impulsos incontrolables de la mente.